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Psicosociales

Reflexión

Erotismo vs Pornografía

Erotismo vs Pornografía Hace mucho tiempo que tengo la inquietud de conocer que es lo que diferencia al erotismo de la pornografía. Mi búsqueda en extremo silenciosa, movida más por un afán de encubierta rebeldía, terminaba siempre en una confusión total, puesto que no encontraba un límite visible entre ambos.

Sin embargo, quedaba en mí la ligera sospecha de que erotismo y pornografía son la misma cosa; lo que los hace diferentes es el grado de censura que descansa en cada uno de los observadores, o sea, esa actitud, que la religión ayudó a formar, que nos hace negar el placer sexual, la belleza de un cuerpo desnudo, nuestros instintos y deseos naturales.

La historia de la humanidad nos muestra que las culturas antiguas no eran tan hipócritas, en cuanto a sexo, como nosotros. Las imágenes, esculturas, escritos y otros objetos que recrean escenas sexuales encontradas en China, India y otras dan cuenta de ello y, nuestros antepasados sudamericanos no se han quedado atrás.

En las culturas pre inca también se han descubierto gran cantidad de cerámicas que muestran las más expresivas escenas eróticas que han escandalizado a más de un puritano. Pero ¿se puede calificar a estas de pornográficas?, o en todo caso, ¿por qué podría decirse que no lo es?.

Una artículo bastante erudito referente al tema nos presentó Carlos Pérez Jara, en su estudio La pornografía, o el erotismo del otro, publicado en El Catoblepas • número 36 • febrero 2005 • página 18.

“Hablar de erotismo, como de pornografía, es algo absurdo en términos generales. El comportamiento del hombre es siempre demasiado maleable (dependiente de reglas específicas, tradiciones, leyes y conductas) como para que uno se convierta ahora en el juez supremo del Género Humano. Cada civilización ha albergado, como hoy alberga, ejemplos de ese llamado erotismo pornográfico cuya razón de ser se esconde, al margen de los estipulados estéticos y los análisis teóricos sobre este asunto, en el puro deseo animal, convertido por la sofisticación de la mente humana en una compleja estructura simbólica de apetencias propias...”

Les invito a leerlo en:
La Pornografía, o el erotismo del otro

'Yo mismo soy'

'Yo mismo soy' Con mucha frecuencia escuchamos decir a la gente frases o sentencias que expresan verdades irrefutables que describen modos de ser y de proceder que están bien arraigados en nuestra cultura. ‘Yo mismo soy’, es una de ellas, que, probablemente, muestra el júbilo del yo más íntimo al sabernos cerca a una oportunidad que esperamos tanto; es el salto alegre de un ego postergado que atisba una revancha o, tal vez, un inflado estado de ánimo que nos predispone a atrevernos a todo, a lidiar con lo que nos salga al frente.

No está mal, claro, puesto que una dotación importante de autoestima y de sabernos capaces, es indispensable en estos días. Sobre todo cuando vemos que muchos de nosotros estamos invadidos por inseguridad y falta de confianza; cualidades tan escasas en nuestro medio, pero de suma importancia actualmente en donde la alta competencia es la pauta de acción en todos los ámbitos de la vida.

El 'Yo mismo soy' está en cada uno de nosotros; es patrimonio de nuestro ser más íntimo. Sin embargo, poseer poco o mucho tiene sus consecuencias. Su exigua presencia inmoviliza y es probable que se termine sintiendo incapacidad para todo; su abundancia puede conducirnos a perder de vista la realidad, debido a que corremos el riesgo de ser incapaces de reconocer nuestras limitaciones o a desconocer que nuestra humana naturaleza nos pone barreras que no podemos sortearla sin la ayuda de nuestros semejantes u otros instrumentos, o sea caemos en la soberbia de creernos sabelotodo y puedelotodo; de forma que olvidamos, por ejemplo, que no podemos estar más que en un lugar a la vez y que, desde donde estamos, sólo podemos observar una pequeña parte de la realidad que nos rodea.

Ahora, el modo en que hacemos las cosas no surge de la nada, sino que está condicionada por cuestiones culturales y una situación socioeconómica concreta. Así, por ejemplo, si nos disponemos a hacer las veces de un carpintero, gasfitero o mecánico no es solamente por que hemos sido influidos por la moda del ‘hágalo usted mismo’, sino por que no tenemos la suficiente economía como para contratar un experto. Pero si todo quedara allí, no resultaría un problema puesto que estos son oficios menores con los que se solucionan reveses caseros.

El problema surge cuando este modo de obrar se generaliza, es decir, se actúa de la misma manera tanto en la casa como en el trabajo, en el quehacer hogareño como en el profesional. Así, vemos al ingeniero haciendo de médico o de abogado; al economista de químico o psicólogo y peor aún, decidiendo por ellos.

Este modo de obrar es bastante común en la sociedad peruana; en la casa y en la empresa; en todos los ámbitos de la vida. Una persona decide por todos sin apoyarse muchas veces en nada, no acepta sugerencia ni consulta a nadie. El que asume una jefatura pronto se cree Dios, el que sabe todo y puede todo; la oficina marcha bien cuando se ejecuta todo lo que el jefe cree que está bien, y nada se hace si no él no interviene, aunque sus consecuencias sean desastrosas.

Esto es dramáticamente evidente en el deporte. El entrenador se cree médico, psicólogo, gurú, padre y madre de sus pupilos: ‘él mismo es’ lo dice y hace; y quién no cambia de actitud ni ante sus más bochornosos fracasos; inclusive, trata de dirigir a los que observan un partido, es decir a los hinchas, periodistas, árbitros. Al uno le dice lo que debe mirar, al otro lo que informará y al otro que jugadas sancionará.

También lo vemos a diario en el periodismo, televisivo sobre todo; más de un relator de noticias se cree dueño de la verdad; da a sus comentarios y opiniones validez absoluta o se comporta como si fuera la verdad misma.

Pero es probablemente más preocupante cuando lo vemos en política, en la cual notamos su presencia desde hace muchos años. Cuándo el político habla de todo y en nombre de todos. Y trata de hacer creer a la gente que es él único capaz de gobernar el país.

Y esto se observa desde el momento en que el político entra en campaña electoral. El candidato dirige sus spots publicitarios, diseña sus afiches, sabe mucho de marketing, de la psicología del elector, se vuelve sociólogo, antropólogo, experto en imagen, hasta modisto. Además, cuando forma su lista, llama a quien sea, sin importarle quien es la persona que se une a su grupo. Justamente por que cree que él lo controlará, lo dirigirá y estará en todo. Así, ‘Yo mismo soy’, si no lo dice, lo hace; imagina que su sola presencia moviliza la honestidad, la fidelidad, la ciencia y el saber en todos sus seguidores. Se cree el Dios que salvará a la nación, solucionará sus problemas con un solo ademán y despertará la obediencia con una mirada; a sus seguidores educará con la sola intención y con un gesto el abogado será médico, el periodista ingeniero antropólogo, sociólogo, etc.

Con esta actitud Fujimori se unió a Montesinos, con las consecuencias que se conocen. La campaña electoral está cerca y, seguramente, habrá muchos ejemplos que nos ilustren. En anteriores elecciones esta actitud significó la caída de muchos. Los candidatos actuaron –y actúan aún– como si fueran dueños de alguna cualidad que les hace ser indiscutibles, indispensables, infalibles; se creen dueños de la mente de los miles de electores, quienes les han dado licencia para decir y hacer lo que quieran y que les perdonarán todo.

Pero la simple vanidad de la vida, la cultura del ‘Yo mismo soy’, no sirve para solucionar problemas concretos de una nación. La arrogancia, el sentimiento de superioridad echan por tierra todo plan de gobierno; ni siquiera la sola buena intención es suficiente. De forma que el problema de un candidato no es sólo su plan de gobierno sino que, antes de asumir poses de salvador o gran jefe, debería preocuparse por la gente que ejecutará dicho plan, en todos los niveles de acción. Ya que, si bien la historia enseña que hubo grandes líderes, hacemos notar que éstos no hubiesen sido tales sino se hubieran rodeado de gente tan valiosa como él; es decir, nunca un solo hombre gobernó o condujo un país; pues los que están de tras del líder, desde el más sencillo obrero, son los que deciden el éxito o el fracaso de toda empresa, por que, al final, él se convierte en flagelo de la masa actuante; ésta lo arrastra.

Finalmente, destacamos que la realidad actual exige profesionalismo total y completo; la alta competencia es la pauta de vida de este nuevo milenio, en donde el trabajo individual ha sido superado por el trabajo en equipo. Ahora, todos los ámbitos del quehacer humano reclaman formar equipos de trabajo interdisciplinarios — como dicen los entendidos— para abordar con eficiencia un problema presente; el que bebería estar formado por personas seleccionadas con sapiencia y minuciosidad, expertos en sus respectivas áreas de competencia y de honestidad comprobada. El siglo XXI ya no tolera más a los que se proclaman reyes ni dioses; sino que nos exige apostar por aquel que se muestra como un obrero más, dispuesto al arduo trabajo y a poner su ciencia, sus mejores oficios, su honestidad al servicio de una causa. Los retos de este nuevo siglo nos obligan a reorientar nuestra acción y disponernos a luchar con honestidad, emoción y consecuencia por la causa de todos: el Perú.

Filosofía de la vida cotidiana

Camarón que se duerme.... amanece en el chifa*

Si bien el cambio es inherente a la naturaleza, es su velocidad con que se produce lo que marca el ritmo de la sociedad y la percepción o no de su acaecimiento hace diferentes a los hombres de hoy. Unos ya ingresaron a ese torrente de cosas y entes, tangibles y abstractos que fluyen ininterrumpidamente con mayor velocidad que antes. Es decir, ya asumieron que el cambio es el suelo que pisamos y el aire que respiramos, y allí están construyendo sus vidas.

Mientras otros, que no son pocos, se resisten a ello, o no lo perciben. Persisten postrados como de espaldas o solamente miran estupefactos el tremendo río que, como observadores, ven que lo arrastra todo. Así dispuestos, se protegen para no ser arrastrados, pero también no logran ver nada claro; pues, como está en movimiento, todo lo ven difuso. Tampoco tienen el tiempo y el ánimo para pensar en otra cosa que no sea cómo protegerse del torrente. Ellos probablemente morirán protegiéndose. Otros concluirán que no les queda otra cosa que lanzarse al torrente, sólo allí cambiará su visión y podrán por fin empezar a construir su futuro, adecuándose a este ahora que cambia con mayor rapidez y violencia.

Sin embargo, no los culpemos de nada si no lo hacen, puesto que nuestro cerebro, por cuestiones socioculturales, está habituado a un ritmo de trabajo lento. Él se ha formado sobre esquemas sociales que han cambiado también lentamente. Debido a esto, la velocidad con que cambian las cosas en las cuales se basa la sociedad en general, todavía no puede ser procesada adecuadamente por el cerebro humano, razón por la cual, con frecuencia nos encontramos ante situaciones que nos hacen sentir inútiles. Si este sentir de inutilidad te paralizará, te hace huir o renegar, lamentablemente, ¡YA FUISTE!, –dicen los chicos de hoy. Pues vuestra incapacidad de adecuarte a los cambios o de luchar para comprenderlos o aprehenderlos te ha condenado.

Estos cambios que han subvertido los esquemas mentales y sociales sobre los cuales habíamos construido nuestra vida; esas estructuras fijas que son el soporte de todas nuestras representaciones del mundo y de la sociedad, a partir de las que construimos principios, valores, ideales, etc., ahora se reconstruyen cada día con nuevos materiales o elementos. Esto es algo que no lo podemos negar. Y así se están reconstruyendo nuevos valores, ideales, nuevas concepciones de la vida y la sociedad, que no son necesariamente mejores. También lo sabemos.

La Eficiencia y Velocidad

La sociedad actual te exige eficiencia y velocidad. Camarón que se duerme se le lleva la corriente, se decía hasta hace poco. Ahora con toda seguridad decimos, Camarón que se duerme, amanece en el chifa. Es decir, si no vives al ritmo de esa corriente, no te quedas rezagado, sino simplemente desapareces o mueres.

Ahora se selecciona, ya no se capacita. Los dueños del mundo seleccionan a los eficientes y veloces. Los inquilinos del mundo se capacitan, se adiestran, luchan arduamente para ser seleccionables. En el mundo de los ricos, se conoce muy bien estas dos posturas. Unos seleccionan y otros se capacitan y se adiestran. En el mundo de los pobres, se cree todavía que los dueños del mundo van a capacitarles, para seleccionarlos más tarde. Pues no comprenden que la Eficiencia y Velocidad, como filosofía, no permite perder tiempo ni menos aún dinero. En capacitar se invierte tiempo y dinero; y eso es lo que, según ellos, siempre escasea. ¡No tengo tiempo ni dinero para eso!, lo escuchamos hasta la saciedad.

Así las cosas, estamos condenados a vérnoslo solos; solos con nuestra individualidad que sucumbe indefensa ante los que seleccionan. Y ¿Quiénes seleccionan?, las organizaciones. Un tipo de organizaciones, dueñas del mundo, claro. ¿Quiénes se capacitan? los individuos, dueños de sus miserias. Pero, afortunadamente, también es posible juntar individuos y formar una organización. Organizaciones de la esperanza.

Mientras esto no suceda, estaremos bajo la tiranía de la eficiencia y la velocidad. Y estas cualidades no son propia de la raza humana, así es que estamos condenados –como ya esta sucediendo hace mucho–, a ser reemplazados por las máquinas, o en el mejor de los casos, a ser semihumanos, infrahumanos o algo parecido. Es decir, a aceptar una situación desventajosa o denigrante, para tener algo con qué llenarte el estómago.

La nueva bondad
La nueva bondad es permitirte vivir. Así los más bondadosos dueños del mundo te mantienen vivo por piedad, te soportan por lástima. Un sueldo precario, un subempleo son los indicadores más locuaces. Los hay aquí y allá. En el nuevo mundo lo hubo desde siempre; en el viejo ya es una preocupación.

Los más normales dueños del mundo, simplemente, no te admiten; te mandan sin rodeos al saco de los marginados, olvidados o excluidos; para ello han inventado un montón de frases que suenan bonitas: Países en desarrollo, es la más conocida. Y quizás hayas escuchado algo como: “Uno de estos días te llamo”; “Creo que necesitas descanso”; “Tómate unas vacaciones”; “Tu mereces algo mejor”, “Eres demasiado para el puesto”; son los más cotidianos...

Continuará..

Post Data:Nada de lo que digo es lo que creo, tan sólo es lo que observo o, en todo caso, lo que creo observar.

Chifa: restaurante chino.